Relato: Encuentro.

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A lo lejos, apareció él. Con una mochila considerablemente grande que abultaba como una persona más como él. 

Iba acercándose lentamente hacia mí y cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, descubrí a un chico con gafas, más alto que yo, aunque a mi lado, cualquiera es más alto.
No me parecía la típica persona que saliera de fiesta, se le veía tranquilo, eso sí, conforme iban pasando los minutos y las horas, me encontré con un chico muy lanzado que iba a por mí sin que pudiera darme cuenta de que solo era el principio. 

A mi lado, mi amiga, que iba como radiando lo evidente que iba sucediendo entre nosotros. 
Imagen de Tim Stief

Él era delgadito, paliducho, con mucho desparpajo, muy de la broma, el cual no se andaba con rodeos a la hora de decir lo que pasaba por su cabeza. 
Ese día lo recuerdo como el mejor de mis días. Fué un día corto, demasiado.

En el hotel, después de que nos hubiéramos puesto los atuendos listos para dormir, sucedió lo que todos imaginarían pero que yo no esperaba. Nuestros cuerpos se unieron forjando la más fuerte de las relaciones antes vividas. 

Una vez desnudado nuestras almas el cortejo llegó a su fin deseando volver a verlo lo antes posible, haciéndonos novios deseando el respeto mutuo hasta volver a vernos y matarnos las ganas de comernos la boca. 

Si quisiera volver a verlo tendría que viajar cientos de kilómetros, pero ¿que importaba? Estaba enamorada, nos amábamos, quería estar con él tanto como él conmigo. 

Pasados varios meses, yo ya había pisado tierras andaluzas y decidimos que queríamos vivir juntos y ese deseo, se cumplió.  Lo que no imaginaba es la morriña que alcanzaría al tener a mis seres queridos tan lejos. 
Nuestra primera pelea, me llevaron de vuelta a tierras catalanas pero que cuando se apaciguaron las cosas, volvieron las ganas. volví con mi andaluz. Quería abrazarlo, besarlo, hacerlo mío. Cuando llegue a la estación me recogió en el coche de un amigo y nos fuimos a bailar. Íbamos de pub en pub y ya en el último garito, mientras yo bailaba a mi rollo, me di la vuelta y él se acercó a mí. Cogió mi cintura, me dijo al oído algo que no recuerdo, se arrodilló y allí en medio de la discoteca, me pidió matrimonio. Mi sorpresa fue mayúscula pero la de él también porque al ver la gente que me rodeaba me entró miedo, así que mis palabras fueron: ya hablaremos.


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